PAOLA KRUM
  DRÁCULA(1991)
 








1991.

LUNA PARK

 

El musical creado por Pepito Cibrián y Tito Lectoure produce con una inversión de un millón de dólares sigue sumando elogios y admiración por su notable puesta en escena.


 Protagonistas:

Drácula    Juan Rodó.

Mina        Cecilia Milone

Lucy        Paola Krum










Pepito Cibrián se vinculó al mundo del teatro hacia mediados de la década del '70. Poco tiempo más tarde, el áutor y compositor pasaron a prevalecer por sobre el actor. En 1991 se contacta con Tito Lectoure, a quien le propone la producción de un musical. Tito aceptay le ofrece el Luna Park y un millón de dólares. Así, Pepito Cibrián tuvo un hijo: DRÁCULA, el musical

Son las 16 horas. Los 63 integrantes de la obra llegan al estadio Luna Park por el acceso de la calle Lavalle, donde está el girnnasio ahora transformado en un inmenso camarín. Allí los espera Pepe Cibrián para dictarles clase sobre investigación de comedia musical.

A lós jóvenes -sí, jóvenes: el mayor tiene 35 años- no les fue nada fácil obtener su respectivo papel. Cuando nació el proyecto se tomaron pruebas de preselección durante un mes. Cada uno debió superar, previa anotación y envío de foto, entre seis y once pruebas diferentes, que incluían canto y actuación. Se presentaron 1.100 postulantes, alrededor de 90 por día. Quedaron 63, los que se necesitaban para integrar el elenco. Dicho trámite, ni un paso más ni un paso menos, también debió cumplir Juan Rodó, el que protagoniza a Drácula. Apareció como uno más y jamás imaginó que sería elegido. 'Pero en cada prueba me mataba', reconoce. Otros -como Martin O'Connor, Jonathan en la ficción- nunca antes en sus carreras se habían tenido tanta fé: 'Desde la primera prueba sabía que iba a quedaren el elenco”.

Corre la tarde y se hacen las 19. Hora de pruebas de sonido. Una consola instalada a un costado del vestuario permite escuchar el desarrollo de la obra. De esa forma, cada uno sabe cuándo le corresponde entrar a escena: “La trajo Cristobal Colón”, dice alguien ironizando por su vejez. Parte del elenco ensaya los temas mientras los asistentes se encargan de colocarles los micrófonos: cada integrante tiene uno propio atado al cuerpo mediante un elástico y sujeto en la cara con cintá adhesiva.

Hora 19,30. Grupos de tres, cinco y hasta nueve actores comparten el espacio físico para maquillarse. Para algunos esto significa nada menos que abandonar sus rasgos típicos y convertirse en monstruosas criaturas. Tomaron clases con Omar Caliquioy cada uno se caracteriza por si solo. Los personajes más simples tardan alrededor de 30 minutos. Drácula, 45. Dominar el arte de darle vida a un vampiro le llevó nada menos que cuarenta funciones. Un detalle: no tiene colmillos.

Vestirse no es menos complicado. Largas hileras de percheros conservan los trajes del elenco. Si bien Drácula comparte el camarín con el doctor Van Helsing (el investigador de vámpiros) y Jonathan (el novio de Mina, la mujer que desea Drácula>, en más de una oportunidad fue sorprendido por algún curioso caminando en calzoncillos a la vista de los demás... Mina, Nani (el ama de llaves de Mina) y Lucy (la Vampiresa) tienen su lugar propio. Cuadros con firmas de amigos que dicen "Mucha merde' (la expresión que se popularizó como augurio de suerte en el ambiente artístico) , fotos personales, muñequitos, flores naturales, termos, gaseosas y un ventilador que no llega a engañar a tanto calor acumulado son algunos de los efectos decorativos de las protagonistas.




Entre cinco y ocho cambios de ropas les dan a las mismas pasaporte directo al cementerio, con perdón de la obra en cuestión... Para evitar llegar a tan drástico desenlace, se instaló una sala de vestuario, con máquina de coser y personal. Los arreglos se hacen con un día de anticipación y, si hay algún imprevisto, así sea Drácula, la Vampiresa o Juan Pérez, deben solucionarlo, aguja e hilo en mano, ellos mismos.

   A los 15 minutos se anuncia a los 5.100 espectadores que llenan la sala los viernes, sábados y domingos y los 2.500 que lo hacen el resto de la semana que el espectáculo está por comenzar.

A las 21.30, ni un minuto más ni un minuto menos, comienza, salpicada por una lluvia de premonitorios aplausos, la función. Salvo un par de situaciones inesperadas, que no pasan de lo anecdótico, todo sale a la perfección. Para qué mencionar que uno de los actores, bailando, pateó un zapato que fue a dar en la cabeza de un músico. O que Paola Krum -Lucy, la Vampiresa- le erró por un par de centímetros a la cama en la que debía tirarse y se cayó al piso dando dos vueltas carnero para atrás. O que una prostituta debía arrancarle la capa a -Cecilia Milone -Lucy y la amada por Drácula- y terminó llevándose el peinado postizo y todo. Para qué mencionarlo, si el público, en medio de la fascinación del espectáculo, ni se da por enterado.

Entre escena y escena, los actores intercambian cuentos, errores y aciertos. Están los que toman mate, los que no soportan el calor (a pesar de que en el escenario hay ventiladores), los que como Jonathan improvisan en un viejo piano de utilería el tema que en el momento se está entonando en la sala y los que se acuerdan cada parte de la obra a la perfección y la van cantando por los pasillos. La producción se encarga de que a ninguno les falte líquido. Reparten litros y litros de gaseosas. Drácula solamente toma Coca-Cola ¿Qué tal?

Hora 23.45. Luego de dos horas de función y quince minutos de intervalo en el que se le ofreció al público copas de champagne y gaseosas, la música adaptada y dirigida por Angel Mahler anuncia el final de la obra: un puñal en forma de cruz atraviesa el corazón de Drácula. La historia parece tener final feliz, al menos para los protagonistas que gritan eufóricos detrás de bambalinas porque todo salió como estaba previsto. El público, por su parte, intenta contener la emoción y las lágrimas sin buenos resul-. tados.

Drácula, la criatura creada por Pepito Cibrián, muere a la vista de un Luna Park que estalla en aplausos. Media hora más tarde, sin que nadie del público lo sepa, vuelve a la vida. Esta vez caracterizado de Juan Rodó, un joven de 25 años. casado y con un bebé de nueve meses, que, jeans y camisa abierta mediante, termina la noche cenando con sus compañeros de elenco.

SILVINA DELL'ISOLA, INGRID PROIETIO y JOSEFiNA

                                                    Drácula    1991

 

 
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